Cuando abrazamos nuestro rol como esposas

Foto de Adrian Ordonez en Unsplash

En el episodio «Entendiendo el rol de la esposa», Moisés y yo conversamos sobre la respuesta de la mujer al liderazgo del esposo en la dinámica del matrimonio. El tiempo se nos esfumó, y algunas cosas quedaron en mi corazón… así que te las comparto por aquí. :)

Cuando pensamos en el rol del esposo de liderar, podemos caer en la trampa de pensar que el rol de la esposa se limita únicamente a la sumisión. Pero ver la sumisión como el rol exclusivo de la esposa es perder de vista la belleza y profundidad de su significado.

La sumisión es, sin duda, un mandato claro para las esposas piadosas, como lo expresan textos como Efesios 5:22–24 y Colosenses 3:18–19. Pero más aún, es una marca distintiva de las relaciones redimidas entre creyentes. Es la forma piadosa de conducirse en comunidad. Por eso, toda esposa cristiana está llamada a responder al liderazgo de su esposo con una sumisión voluntaria y gozosa, porque al hacerlo, testifica del poder del Evangelio y de su confianza y adoración a Cristo.

Si la sumisión es la forma en que una esposa se relaciona piadosamente con su esposo, entonces… ¿cuál es su rol? Desde el principio, Dios creó a la mujer como ayuda idónea (Génesis 2:18), una dadora de vida, una compañera que fortalece, acompaña y complementa a su esposo en la misión de glorificar a Dios con todo lo que hacen.

El matrimonio fue diseñado por Dios como una imagen viviente del evangelio: el esposo refleja a Cristo amando y guiando sacrificialmente, y la esposa refleja a la Iglesia respondiendo con sumisión gozosa (Efesios 5:22–25). Ambos están llamados a servir, a criar hijos en el Señor, a participar en la vida de la iglesia local y a vivir como luz en sus comunidades. Todo con un propósito: glorificar a Dios.

El Catecismo Mayor de Westminster lo resume hermosamente: «El fin principal del hombre es glorificar a Dios y gozar de Él para siempre.» Eso también se aplica a nosotras, esposas. Nuestra vida, nuestros dones y nuestro servicio tienen ese mismo fin. Con todo lo que somos y hacemos deseamos que Cristo sea conocido.

Mi rol como esposa en el matrimonio es complementar a mi esposo como una dadora de vida y como su ayuda idónea. Cuando lo hago desde un corazón adornado de sumisión, asumo mi lugar en la misión de glorificar a Dios.

Este acto de fe, motivado por el evangelio, no está condicionado por la personalidad del esposo. No depende de su madurez, capacidad ni espiritualidad. De hecho, en 1 Pedro 3:1–6, el mandato de sumisión se dirige específicamente a mujeres casadas con hombres que no obedecen a la Palabra. ¿Por qué? Porque la sumisión piadosa es un testimonio viviente de una esperanza anclada en Dios. Es una expresión tangible de confianza en su soberanía. Es una forma de mostrar al mundo cómo luce una vida redimida por Cristo: marcada por humildad, honra mutua y gozo en el diseño de Dios.

¿Dónde iniciar?

  • Sométete bajo el señorío de Cristo (Colosenses 3:18). No puedes seguir bien a tu esposo si no estás siguiendo a Cristo primero.

  • Recuerda que estás unida a Cristo, y en Él se encuentra todo lo que necesitas (Colosenses 2:10).

  • Pon tu esperanza en el Señor, no en tu esposo ni en tus circunstancias (1 Pedro 3:1–6).

  • Confía en la soberanía y cuidado de Dios, incluso cuando tu esposo falla (1 Pedro 3:5).

  • Practica la humildad, permitiendo que el Espíritu forme en ti un corazón enseñable (Gálatas 5:22–23).

  • Aprende a recibir lo que tu esposo puede ofrecer, en lugar de aferrarte a la fantasía de lo que “desearías que fuera.”

  • Sirve con gozo, preguntándote: ¿Cómo puedo aliviar la carga de mi esposo? ¿Cómo puedo ser su ayuda idónea? ¿Cómo puedo edificarlo y ser una dadora de vida para él?

Muchas veces, no son nuestros esposos quienes nos impiden ser su ayuda idónea… somos nosotras. Es nuestro orgullo. Es la expectativa de que él sea lo que solo Cristo puede ser. Elizabeth Elliot lo decía de forma clara: en lugar de ver a tu esposo como el fin de tu servicio, míralo como una oportunidad de servir a Cristo. Sirve al Señor sirviendo a tu esposo. Cuando veas a tu esposo, mira a Cristo. Cuando miramos a Cristo, todo se ordena.

No todos los matrimonios se verán igual. No se trata de si cocinas o trabajas, si eres extrovertida o reservada. Lo que realmente importa es si lo que haces en tu hogar apoya la dirección del liderazgo que Dios ha puesto. La verdadera pregunta es: ¿Estoy sirviendo con gozo al propósito de Dios en este hogar? La respuesta lucirá distinta en cada matrimonio, pero el secreto está en apegarnos a Cristo, hasta que Él transforme nuestros afectos para que deseemos reflejarlo en nuestro servicio amoroso, extendiendo su vida a nuestro esposo y siendo su ayuda idónea.

Comienza hoy:

  • Estando contenta en Cristo

  • Siendo agradecida

  • Reconociendo tu pecado

  • Pidiendo perdón cuando fallas

  • Sirviendo a tu esposo de forma intencional

  • Animándolo con palabras de afirmación

  • Cultivando un hogar que sea un oasis de paz

  • Preguntándole: “¿Cómo puedo ayudarte mejor esta semana?”

Dios no espera que seamos esposas perfectas, sino esposas que dependan de Él. El evangelio es nuestra provisión, nuestra esperanza y nuestro poder. No necesitas una personalidad específica ni un esposo ideal. Necesitas a Cristo. Y Él es suficiente para revestirte de gracia, poder y gozo mientras caminas en este llamado.

La buena noticia es que Cristo se sometió perfectamente a la voluntad del Padre para que tú y yo encontremos refugio en su obediencia, en su muerte, y en su resurrección.

Sí, habrá días difíciles. Pero es ahí, justo en medio de la debilidad, donde su poder se perfecciona en nosotras (2 Corintios 12:9).

Te animo a no correr a la próxima actividad. Toma un momento para meditar en estas verdades. Y si aún no lo has hecho, escucha el episodio «Entendiendo el rol de la esposa». Allí abordamos el tema de tomando en cuenta la realidad de un esposo no creyente y qué pasa cuando el esposo nos llama a seguirlo en su pecado. Oro que el Señor te anime a abrazar tu rol con fe y gracia.

Juntas en la batalla,
Betsy

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