Para el alma cansada…

Tú que divagas en busca de descanso. 

Tú que trabajas arduamente para obtener sosiego. 

Cuando los días son largos y las noches son eternas. 

Y temes que la rueda en la que andas nunca te dé una tregua. 

 

A ti que te afanas por alcanzar lo que ya es tuyo. 

Que vas a la cama, pero no descansas por la ansiedad de no haber «hecho» suficiente.

Tus pensamientos te llenan de afán y te paralizan.

No concilias el sueño porque deseas seguir trabajando aún cuando no puedes hacer nada. 

 

¡Detente!

Abre tus ojos al reposo verdadero.

No se trata de la ausencia de los quehaceres.

Ni del escapismo que ignora tus responsabilidades.

Pero tampoco se trata de una tarea más en tu lista de pendientes. 

 

El descanso que tu alma anhela no se encuentra en un cambio de circunstancias. 

Tampoco en unas horas más de sueño.

No está en correr en dirección opuesta al bullicio a tu alrededor. 

Ni en un botón capaz de pausar tu vida. 

 

El descanso es una persona. Su nombre es Cristo.

 

Él trabajó arduamente para alcanzar el estándar de perfección exigido por Dios… en tu lugar. 

Él tomó sobre sus hombros el yugo del pecado que impedía la paz con Dios… en tu lugar.

Él tomó la carga de la condenación por la desobediencia en la cruz… en tu lugar.

 

Él hizo lo que Adán no pudo hacer, ni lo que tú jamás ibas a lograr. 

Él obedeció a Su Padre a plenitud e hizo todo, absolutamente todo, lo que debía hacer. 

Cristo se hizo hombre para trabajar hasta el cansancio mortal para que hoy tú puedas descansar. 

 

Ven a Cristo y descansa.

 

Descansa de la labor inútil de ganar el favor de Dios con tus obras.

Ya Cristo lo hizo por ti. 

Descansa. 

 

Descansa del terror que invade tu corazón al darte cuenta que fracasaste otra vez. 

Cristo fue perfecto en tu lugar.

Descansa. 

 

El verdadero reposo se encuentra cuando descansamos en la obra perfecta de Cristo.

Ahí es cuando podemos experimentar el verdadero sosiego. 

Solo así podemos experimentar libertad de la trampa del desempeño.

 

En Cristo nuestra productividad es una ofrenda de adoración y no una ofrenda expiatoria. 

 

Descansar en la obra perfecta de Cristo es lo que nos libera para aprovechar el descanso físico.

El descanso del alma es la puerta de entrada al descanso de nuestro cuerpo.

Él trabajo que cansa nuestros cuerpos es un servicio y respuesta de gratitud. 

Somos libres para dormir con una conciencia tranquila porque tenemos paz con Dios. 

 

Ven a Cristo y descansa. 

 

Su yugo es ligero, su corazón es compasivo. Él te espera para darte el descanso que tanto anhelas.

 

Tomen Mi yugo sobre ustedes y aprendan de Mí, que Yo soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas. Mateo 11:29

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