2019: Gracia inesperada

¡Hola después de un largo tiempo! He estado deseosa por reactivar las entradas, pero decidí esperar a que pasaran algunos meses (casi un año) para procesar lo que Dios estaba obrando en mi corazón.

La última vez que anduve por aquí, compartí cómo Dios nos había sorprendido al cambiar nuestros planes. Recién mudados en una nueva ciudad –a los dos días de llegar para ser exactos– para servir en el inicio de una congregación hispana, nos sorprendió la noticia de que estaba embarazada. El tiempo se detuvo en ese momento, yo tenía el plan de concentrarme en ayudar a mi esposo en su nuevo rol como pastor, mientras servía de otras maneras. Pero repentinamente sentí como cuando vas a en un carro a alta velocidad y tienes que dar un giro repentino para ir en otra dirección.

Luego de mis tres pérdidas anteriores, pensé que Dios no nos daría más hijos. Así que puedes imaginarte cómo me sentía en ese momento. En mi corazón había una mezcla de ilusión y temor. No sé si alguna vez has sentido una alegría que en el fondo no quiere crecer, por el miedo de que dure muy poco.

Hoy, miro –un año– atrás, y veo la mano la bondad y la paciencia de Dios. En esta jornada, necesitaba aconsejar mi corazón con la verdad del carácter de Dios, una y otra vez. Recuerdo que en una ocasión, Moisés me detuvo mientras caminaba muy despacio, y me dijo: camina normal, Dios no necesita nuestra ayuda. 🤦🏻‍♀️. Ninguno de mis esfuerzos iba a ayudar al Dios todopoderoso que creó todo cuanto existe.

Dios es soberano y todo lo que Él hace fluye de su bondad y amor.

Cada día necesitaba creer por la fe que la soberanía de Dios no está desconectada del resto de sus atributos. Dios es siempre bueno, siempre amoroso y siempre soberano. ¿Me sigues? Es que el temor es lo opuesto a la fe. Cuando dejaba que el temor gobernara mis pensamientos, podía “aceptar” que Dios hacía lo quería, pero temía que “su voluntad” fuera algo imposible de soportar. ¡Qué ilusa! El temor nos hace creer mentiras tan absurdas, En fin, cada día era un nuevo llamado a creer por fe que Dios es bueno, amoroso y soberano.

Además de mi lucha interna, batallaba con los malestares propios del embarazo y con una debilidad física que Dios usó como vehículo para llevarme de rodillas en dependencia de Él. La vida seguía pasando y pensaba que no podía darme el lujo de detenerme, por lo menos eso era lo que yo pensaba. Pero no. Dios me llevó a poner muchas cosas en pausa y me invitó a estar quieta para recordarme que no soy tan necesaria como a veces creo. ¡Es tan paradójico! Unos meses fueron muy “lentos”, sin embargo en otros, pude hacer cosas que en circunstancias normales no había hecho. Es tan maravilloso ver que simplemente somos vasos, y Dios nos usa como él quiere.

Y así… los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses, y en un abrir y cerrar de ojos tenía a mi bebé en mis brazos. ¡Dios nos regaló una niña! Le llamamos Grace porque en los meses de espera fuimos recipientes de gracia sobre gracia.

Dios ha usado todo esto para recordarme y para enseñarme muchas cosas, aquí te comparto algunas:

  • El plan de Dios es siempre mejor que el mío. Puedo confiar en Aquel que preparó de antemano los caminos en los que mis pies caminan. (Efesios 2:10)

  • No soy indispensable. Mientras estuve en cama con los malestares del embarazo, recordé que el mundo puede seguir girando sin mí. Es muy básico, lo sé. Pero ha sido muy liberador recordar que mi vida se trata de Dios y no de mí.

  • La gloria de Dios es la meta del día. Confieso que es muy fácil para mí atar mi identidad a mi “productividad”. Eso sucede cuando mi gloria es la meta y no la de Dios. Por eso es que cuando Dios “interrumpe” nuestros planes y nos coloca en lugares en los que tenemos que estar quietos, podemos recordar que Dios no mide la productividad como nosotros. Cualquiera que sea la misión que Dios nos haya dado, necesitamos apuntar a la gloria a Dios. En lo secreto o en lo público, sirviendo mesas o acostada en mi cama, puedo ver lo que tengo por delante como un altar en el que puedo ofrecer mi adoración. El fruto de la piedad no se mide una lista llena de cotejos. La verdadera abundancia en Cristo, no mi satisfacción de realización o logro. (Romanos 11:36)

  • Las limitaciones dadas por Dios son oportunidades para glorificarle. Mi debilidad física durante el embarazo, y ahora mis manos ocupadas entre pañales y siestas, me recuerdan que no puedo hacerlo todo al mismo tiempo. Las limitaciones que Dios me ha dado son hermosas evidencias de su gracia, son oportunidades para glorificarle. Cada acto de servicio por diminuto o escondido que sea, es un acto de adoración a Dios. (Colosenses 3:23-25)

  • Mi debilidad en las manos de Dios es fortaleza. La debilidad no es un estorbo, es una oportunidad para crecer en dependencia de Dios. En lugar de tratar de erradicar la debilidad necesito correr a la fuente de donde fluye todo poder. La insuficiencia es una oportunidad para ver al Todopoderoso obrar en (y a través de) nosotras. La incapacidad es un medio de gracia que nos mantiene de rodillas y con los ojos en Aquel que todo lo puede. (2 Corintios‬ ‭12:9)

  • No necesito condiciones perfectas para estar en la Palabra de Dios. En tiempos de cambios y cuando el caos es el estatus normal de mis días, puedo frustrarme por no tener las condiciones “perfectas” para estar en la Palabra. Eso me puede llevar fácilmente a acuñar ese pretexto para no hacer nada. Es tan fácil llegar a creer que no necesitamos la Palabra de Dios. ¿Sabes qué? En realidad, mi corazón usa esa excusa para esconder mi falta de fe en la suficiencia de la Palabra para sostenerme. Cuando no corro con desesperación a la Escritura estoy declarando con mis hechos que no la necesito. No necesito que mi vida luzca como un cuadrito de Instagram, para sentarme a leerla mi Biblia o para escucharla en mi teléfono, mientras hago mis quehaceres. Necesito recordarme que la Palabra de Dios es todo lo que necesito. Ella es suficiente y poderosa para satisfacerme y transformarme. Y cuando no tengo deseos, lo hago por fe, orando que Dios renueve mis afectos. (Hebreos 4:12)

  • Dios provee. Te confieso que cuando supe que iba a tener una niña me sentía tan desprovista de todo lo que necesitaba. ¡Una niña! Por mucho tiempo pensé que solo podía ser una mamá de varones. Pero Dios en su gracia me ha provisto nuevos afectos y una ternura que pensaba que no existía en mí. Dios me ha dado el regalo de disfrutar y amar a mi bebé. La Betsy de 10 años atrás estaría estresada porque esta bebé amenaza con robarse toda su “libertad”, pero Dios ha sido tan bueno al abrir mis ojos ante la libertad que tengo en Él. La libertad de someterme a su Señorío en lugar de servirme a mí misma. La libertad de servirle en los roles que Él me ha dado. La libertad de amar a mi bebé. No lo hago perfectamente, pero cada día tengo nuevas oportunidades para depender de su gracia.

Sigo aprendiendo. Sigo en muchísima necesidad de gracia. Sigo abrazando su voluntad, no perfectamente, pero sostenida de Su mano. Así puedo describir mi 2019. ¿Y tú? ¿Qué has aprendido en este 2019?

Anterior
Anterior

Mi resolución para el 2020

Siguiente
Siguiente

Estaciones, temporadas y cambios