La confesión de un pecador | Salmo 38

Uno de los salmos en el rey David es más explicito en describir su condición de pecado es el salmo 38. La súplica de misericordia es la antesala de lo detallada de su condición.
Él reconoce que: no hay nada sano, ni en su salud ni en su ser (v3). Sus pecados son muchos y van por encima de él. Él describe como la carga de su pecado es pesada, y reconoce que no puede llevarlas. (v4) Su pecado le hiede, lo compara con podredumbre y expresa como le entenebrece el día (v6). Su Corazón está agitado, angustiado y abatido, y todo esto él lo atribuye a su pecado. (v8)


Es interesante ver que Él sabe que no puede esconderse de Dios y su condición es no está oculta. (v9). Él refleja su angustia, su afán (v10). El temor a los hombres no esta ausente en su lista de pecados, y es parte de todo lo que él tiene que confesar (vs11-13).

Sin embargo, el salmista no solo hace una descripción exacta de su condición. Él no se queda ahí. Luego reconoce dónde está puesta su confianza (v15): Porque en ti espero, oh Señor; tú responderás, Señor, Dios mío.


Luego de mirar hacia dentro, y sacar toda la basura. Ahora mira hacia arriba, de donde él sabe que vendrá su socorro. Él sabe que su Dios le responderá. La respuesta del Señor es segura. Él conoce el camino, lo conoce muy bien, y sabe que no es solo con reconocer su pecados, él tiene que confesar, como un acto de arrepentimiento y humildad (v18). Luego cierra, este cántico como lo inició: suplicándole al único que puede salvarlo y socorrerle, al Dios perdonador (vs21-22).

Así como el salmista, yo he pecado al simplificar la magnitud de mi pecado, al ser simplista y al no describirlo con detalle, conociendo las implicaciones que tiene para mi vida, y mi relación con Dios.


Este Salmo, me anima a ser más transparente y explícito con mis pecados, a tener conciencia del impacto que tiene en todo mi ser. A ver la realidad de mi pecado a luz de que como Dios –quien es Santo, Santo, Santo– lo percibe. Así como el salmista, yo he pecado al simplificar la magnitud de mi pecado, al ser simplista y al no describirlo con detalle, conociendo las implicaciones que tiene para mi vida, y mi relación con Dios.

El pecado es una carga, es una hedionda podredumbre, y enferma mi ser. Pero Dios en su gracia, al igual que David, no me deja solo en lo oscuro, y pesado de este camino, sino que me provee una clara salida: la confesión. Me abre el camino para venir donde Él con la esperanza de que Él me escucha y conoce lo peor de mí. La firme seguridad de que solo en Él hay socorro y Salvación. 


El salmo 38 es un recordatorio que Dios no nos dejó en estado de podredumbre, sino que nos socorrió y salvó, cuando tomó nuestro lugar en la Cruz. 


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Esperar en Dios me ha hecho bien