LOS GOMEZ

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Esperar en Dios me ha hecho bien

Espera al Señor; esfuérzate y aliéntese tu corazón. Si espera al Señor”. Salmo 27:14

Aprender a esperar en medio de una cultura rápida y furiosa es un desafío.

Todo el que me conoce sabe que uno de los aspectos de mi vida que más me costado aprender es la espera. Ha sido un reto, primero por mi personalidad –dinámica y proactiva– siempre orientada a resultados, y porque vivimos en tiempos en los que todo se requiere rápido. La gente lo quiere todo  para “ayer”, y todo lo obtiene a la velocidad de un clic.

Todo esto afectó la manera como me relacionaba con Dios, me dejé llevar del ritmo de la vida, y desarrollé en mí una auto-confianza que llegó a ser pecaminosa. ¿De qué manera? Me acostumbré a no consultar a Dios antes de tomar decisiones. Iniciaba proyectos y luego oraba pidiéndole a Dios que me ayudará y me guiara (pero no le consultaba primero); no buscaba el consejo de otros.

Sin embargo, ¡alabado sea Dios que no nos deja como nos encuentra! En los últimos diez años de mi vida he visto como Dios de manera muy intencional me ha puesto en situaciones en las que, una y otra vez, he tenido que esperar y confiar en Él y solo en Él. Como cuando me vi sin trabajo por meses o cuando mi corazón ardía por dedicarme a tiempo completo al ministerio y era evidente que no podía dar el salto. Dios trató conmigo como un padre que le quiere enseñar a su hijo una lección de vida. El aprendizaje ha sido progresivo y de mucho beneficio, y sinceramente pido a Dios que me siga enseñando en este asunto. 

Una de las cosas que aprendí, es que el problema de aprender a esperar en Dios, no está en esta cultura rápida y furiosa, ni tampoco es mi personalidad. El problema es mi pecado. Es mi falta de confianza en Él. Es imposible esperar en Dioss cuando no hemos aprendido a confiar en Dios. En la medida en que he aprendió a confiar en Él, he podido descansar y esperar en El. Y créeme, ha funcionado.

Si lees el Salmo 27, notarás que los primeros versículos, David hace una gran descripción de quien es Dios.  Es como si el se estuviese recordando las grandezas de Dios. Él explica por qué él ha puesto su confianza en Dios. Luego derrama su corazón delante del Señor en oración, petición y suplica. Y ¿qué hace luego? En lo que llegan las respuestas a sus oraciones, el salmista le recuerda a su alma “Espera al Señor; esfuérzate y aliéntese tu corazón. Sí espera al Señor”. Solo luego de haber reconocido y conocido las grandes virtudes de quién es Dios, él concluye con estas palabras: “Espera al Señor”.  

Pero observa, esta no es una espera pasiva, es una espera activa. Él dice “esfuérzate y aliéntese tu corazón. Sí espera al Señor”, como quien dice, mientras esperas, esfuérzate y aliéntate. Esperar en Dios requiere esfuerzo, requiere recordar diligentemente en quién tenemos nuestra confianza y de dónde viene nuestro aliento y sustento. Esperar en el Señor, requiere que  diariamente alentemos nuestros corazones con la Palabra, diciéndole las verdades del por qué la espera en el Señor es mejor que nuestra pronta acción.

Esperar en Dios me ha hecho bien. Me ha enseñado que Él siempre me va a llevar al mejor camino. La espera me ha ayudado a crecer en mi fe en Él. Es un recordatorio de que Él es el Señor de mi vida y no yo. Aprender a esperar en Él me ha servido para recordarme que sus propósitos son más importantes que mis planes.  La espera ha removido otros dioses de mi vida. Aprender a esperar en Dios me garantiza que cuando llegue la respuesta, será lo mejor para mi vida y será conforme a Su voluntad. 

¿Hay algo que has aprendido mientras esperas en El Señor?

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