Creo, ayúdame en mi incredulidad

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Cuando se trata de poner en práctica lo que creemos, la mayoría de nuestros problemas se reducen a nuestra falta de fe.

  • Decimos que creemos que Jesús es el Señor de nuestras vidas, pero nos falta fe para creer que estamos a salvo si rendimos cada aspecto de nuestro andar a Su señorío; y como resultado nos rendimos a la voluntad de nuestras emociones cambiantes y a nuestros deseos engañosos.

  • Decimos que necesitamos la Palabra de Dios, pero al final del día nos falta fe para ver nuestra hambre espiritual y para reconocerla como nuestro alimento más importante. Hablamos de su poder, pero nos falta fe para creer que será eficaz en nosotros.

  • Decimos que la oración es clave para nuestra comunión con Dios, pero se nos pasan los días sin orar porque nos falta fe para creer que cada oración es una audiencia con el Dios todopoderoso, lleno de misericordia y compasión.

  • Decimos que creemos que el evangelio, pero nos falta fe para creer que cada verdad contenida en la buena noticia de salvación es la base de nuestra identidad; y vivimos midiendo nuestra cercanía a Dios por en nuestras obras imperfectas, y no por la obra perfecta de Cristo a nuestro favor.

  • Decimos «Cristo vive en mí», pero nos falta fe para creer que Él es poderoso para vivir Su vida a través de nosotras; y vivimos como si contáramos solo con nuestras fuerzas limitadas.

  • Decimos que Cristo es suficiente, pero cuando nuestro corazón divaga nos falta fe para creer que toda la plenitud de Dios habita en Cristo y que todo Cristo habita en nosotros; y como resultado buscamos satisfacción en los lugares incorrectos.

¿Me sigues? Esta es la historia de mi vida, tengo una fe deficiente. Pero esa no es la historia completa. Dios en Su gracia tiene el poder para darme la fe que necesito para tomar mi cruz y seguirle cada día. Es por eso que, al igual que el padre del niño epiléptico en Marcos 9:24, necesito clamar al Señor: creo, ¡ayúdame en mi incredulidad!.

Esa se ha convertido en una oración constante y puedo testificar que he visto a Dios responderla tantas veces. ¡Gloria a Dios por su ayuda oportuna en medio de nuestra debilidad y por su provisión abundante para ayudarnos a vivir para Su gloria! Te animo a que hagas esa oración parte de tu día.

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